(COL.75` dir. Homer Etminani )
Con una fuerza insoslayable, la corriente decide sobre los cuerpos humanos que deja el conflicto armado. Mientras tanto una chica busca algún rastro de su novio, y un hombre rescata esos cuerpos que la marea arrastra a la costa colombiana.
Cosme vive en un pequeño pueblo de la costa colombiana, un lugar en el que el mar es el que decide sobre la vida y la muerte y trae a la costa los cuerpos que arroja el conflicto armado, algo que los lugareños asumen con la naturalidad propia de la costumbre. Si alguien muere, los rituales incluyen bailes con el cajón en alto; y las anécdotas más mundanas se relacionan con cuerpos en descomposición y accidentes fatales. Cosme trabaja rescatando esos cuerpos que trae la corriente; Hellens va a su encuentro con la ilusión de reconocer un brazo que podría ser de su novio. A partir de allí, y en un elogio del cine inmediato, el relato avanza con lo puesto y permite que la realidad invada la película, tuerza el rumbo y ofrezca accidentes de puro vitalismo. Libertad cinematográfica en sentido pleno, fuera de todo canon.